Génesis 2:23-24 nos recuerda que el amor debe gobernar la familia.
“Y dijo Adán: Ésta es ahora hueso de
mis huesos, y carne de mi carne; ella será llamada Varona, porque del varón fue
tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su
esposa, y serán una sola carne”.
El amor es el cimiento de la unidad, por amor buscamos el bienestar del
otro, por amor luchamos para sacar adelante el proyecto familia, por amor damos
más valor a la relación que a la razón (es decir no buscamos quien gana la
discusión, sino que buscamos soluciones a la dificultad).
“Serán una sola carne” nos habla de unidad, identidad, convivencia en
amor, dialogo, tolerancia, y esfuerzo por hacer lo que a cada uno le
corresponde, pues el matrimonio es complemento.
Al ser una sola carne o cuerpo, podemos reflexionar en que nadie
maltrata su propio cuerpo, nadie golpea su propia carne, por tanto ser una sola
carne implica buscar, generar y esforzarse por el bien del otro, pues el
bienestar de mi cónyuge es mi bienestar también.
El pecado trajo graves consecuencias sobre la familia. La Biblia nos
enseña que el diablo engañó la tercera
parte de los ángeles en el cielo, y también logró engañar a Adán y a Eva,
quienes desobedecieron el mandamiento de Dios y perdieron así las bendiciones y
privilegios que tenían.
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Adán cuando fue preguntado por Dios sobre su desobediencia respondió:
“La mujer que tú me diste por compañera me dio de ese fruto y yo comí” vemos
una expresión con decepción, enojo, amargura, entre otros. El pecado genero
fricción y decepción matrimonial.
Lamentablemente la muerte también alcanzó a sus hijos, pues Caín mató a
Abel, ellos representan aquellos hermanos o familiares en conflicto. Cuando se
consiente el rencor en la casa se da lugar a la muerte, la falta de perdón
genera muerte, el resentimiento es como un veneno que gota a gota consume la
vida del cristiano y de la familia.
Por eso el gran mandamiento es amar, esto implica entonces perdonar,
tolerar, caminar en bondad y mansedumbre, escenario que genera una vida en armonía
y que honra al Señor. Ya que Dios es amor debemos acudir a él como aquella
fuente de donde debemos beber en abundancia de su amor para dar a nuestra
familia, a la iglesia y al prójimo.
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