Introducción: Tengamos en cuenta que nuestro
corazón es comparado en la Biblia con un campo de siembra, de hecho es donde
Dios pone la semilla de su palabra.
Por eso Jesús enseñó sobre los diferentes terrenos en los que cae la semilla, y el buen terreno es aquel donde su palabra lleva fruto.
Por eso Jesús enseñó sobre los diferentes terrenos en los que cae la semilla, y el buen terreno es aquel donde su palabra lleva fruto.
El diablo también conoce el poder de una
semilla, y procura sembrar semillas de maldad en el corazón humano para luego
llevar a las personas a la destrucción. Pero por el poder de Jesucristo podemos
ser libres de toda semilla de maldad.
Arranquemos la semilla del rechazo.
Génesis
37:1-4 “… Éstas
fueron las generaciones de Jacob. José, siendo de edad de diecisiete años
apacentaba las ovejas con sus hermanos… y José informaba a su padre la mala
fama de ellos. Y amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque le había
tenido en su vejez; y le hizo una túnica de muchos colores. Y viendo sus
hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, le aborrecían, y
no le podían hablar pacíficamente”.
Por
naturaleza el ser humano necesita amar y ser amado. Dios es amor, él es la
fuente del amor, también Jesús enseñó que el mayor mandamiento era amar a Dios
y al prójimo. Sin embargo, no somos instruidos en esta verdad, más bien con
frecuencia abunda el rencor y la dureza de corazón.
El
rechazo es aquella circunstancia en la que esperamos amor y aceptación, pero
hallamos ofensa, menosprecio, indiferencia, etc. Son circunstancias dolorosas
en las que los seres que amamos (y otras personas) expresan rechazo y mal trato
en vez de amor.
El
rechazo es una ofensa que lastima el corazón y lo marca con heridas desde la
niñez, incluso desde el vientre. Ese maltrato o ausencia de amor genera rabia o
resentimiento de corazón que luego lleva a la persona a maltratar a otros,
incluso a sí mismo.
En
el caso de José, el hijo de Jacob, podemos ver a un buen hijo, obediente y
respetuoso de su padre. Pero sus hermanos le aborrecían, y esto era notorio en
la manera en que le hablaban. Por heridas en el corazón o vacíos de amor de
nuestros familiares podemos encontrar dureza en el trato y malas palabras.
Ante
todo esto Jesús nos enseña que debemos con su ayuda perdonar al ofensor. A
veces son los miembros de nuestra propia familia, o nuestros padres, o hermanos,
o amigos, etc, a quienes debemos perdonar, cuando no lo hacemos ese rencor
provoca heridas y dolor en nuestro corazón.
Algunas
veces nos encerramos en el dolor y en el rechazo y buscamos el amor en las
personas o grupos equivocados, malos amigos, pandillas, adicciones, satanismo,
o confundimos el amor procurando la perversión sexual. Pero realmente quien nos
ama se llama Jesucristo, por amor dio su vida por nosotros en la cruz, por su
inmenso amor te conoce, te comprende y te quiere ayudar.
Lo
que debemos hacer es permitir el poder sanando de Dios en nuestro corazón y
perdonar a aquellos que nos han lastimado u ofendido. El perdón es una poderosa
herramienta de sanidad.
Así
que comienza a traer a memoria aquellos que te han lastimado y que crees tienes
un resentimiento contra ellos, ora por ellos bendice sus vidas y declara en
oración que lo perdonas. Luego como resultado de tu oración vas a poder verlos
para perdonarlos y pedirles perdón. Esto cancela definitivamente la raíz del
rechazo, y fluirá a través de ti el amor de Cristo.
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Qué lección tan preciosa! La guardaré a mano por si en algún momento necesito recordarla... Muchas gracias pastor por su tiempo.
ResponderBorrarA ti Sara muchas gracias por tus valiosos comentarios, y apoyo. Dios te bendiga.
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