(Te invito a leer: Sermones escritos para predicar).
El desierto es parte del camino. Marcos
1:12-13 “Y luego el Espíritu le impulsó al
desierto. Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás,
y estaba con las fieras; y los ángeles le servían”.
Todos deseamos que en el camino de
nuestra fe no aparecieran los obstáculos, ni las dificultades y menos las
batallas espirituales. Pero la Biblia claramente nos enseña que las crisis son
oportunidades para crecer, fortalecernos y madurar en Cristo.
El desierto nos habla de situaciones
difíciles que sortear, es un terreno hostil, difícil y solitario, etc. Es un
terreno que demanda fuerza, perseverancia y fe. Es muy interesante ver que la
Biblia nos dice que el Espíritu Santo impulsó a Jesús al desierto, fue entonces
la voluntad de Dios que el Señor fuera allí.
En ese terreno difícil estuvo Jesús
cuarenta días; recordemos que cuarenta años estuvo Israel caminando por el
desierto, hay una gran diferencia entre cuarenta días y cuarenta años, y creo
que la diferencia la marcó que Jesús hizo allí la voluntad de Dios, mientras
que Israel murmuró muchas veces y se rebeló en otras.
Nos dice además la Escritura que allí
el Señor Jesús fue tentado por Satanás y además estaba con las fieras. El Señor
Jesús no cometió pecado ni hubo engaño en su boca, pero al haber sido tentado
puede comprender nuestras luchas y por eso nos ayuda para perseverar y vencer.
La palabra “fieras” se traduce del
término griego “therion”, que además quiere decir: animal peligroso, víbora; en
algunos contextos “bestia diabólica”. Tanto en el plano natural como espiritual
la batalla de Jesús fue intensa, pero también allí estuvo Dios Padre al tanto
de su Hijo Jesús, quien además fortalecido por el Espíritu Santo pudo vencer.
La parte final del versículo trece
nos dice: “y los ángeles le servían” seguro estaban allí por orden del Padre
celestial. Entonces aunque Jesús estaba en el desierto con él estaban: El Padre
celestial, el Espíritu Santo y los ángeles, y esto es lo más importante sí Dios
está con nosotros quien contra nosotros.
La oración y el ayuno no sólo fortalecen nuestro
espíritu, también logramos grandes victorias y respuestas sobrenaturales de
Dios. Esto lo vemos en la Biblia de comienzo a fin. La oración y el ayuno son
armas poderosas para vencer al enemigo.
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