Puedes confiar en la provisión de Dios, él nunca desampara a sus hijos. La Biblia es contundente al enseñar esta verdad: Dios es nuestro Padre y por tanto es nuestro perfecto proveedor...
Hebreos 13:5-6 “Sean
vuestras costumbres sin avaricia; contentos con lo que tenéis; porque Él dijo:
No te dejaré ni te desampararé. De manera que podemos decir confiadamente: El
Señor es mi ayudador; y: No temeré lo que me pueda hacer el hombre”.
La palabra “avaricia” se traduce aquí del termino griego “”pleonexia”
que además significa: avidez, codicia, ambición, deseo de tener más (en un mal
sentido). Hablamos entonces de un deseo intenso mal sano por tener más bienes
materiales.
El consejo de la palabra de Dios es mantener en el corazón una actitud
de contentamiento, pues la falta de éste genera en la persona frustración y
tristeza, y nuestro gozo no está determinado por los bienes que poseemos sino
por el Dios que tenemos.
Cuando el corazón está confiado en los bienes materiales, hace de éstos
su dios y por eso sufre decepción y dolor, pues los ídolos pagan mal a quien le
adora. La verdadera bendición es la que viene de Dios. Sin duda, el Señor nos
quiere bendecir, pero nunca debemos hacer de la bendición nuestro Dios.
El Creador del universo, el Dios Todopoderoso y Eterno, el dueño del
oro y de la plata, nos dice hoy: “No te desampararé, ni te dejaré”, y podemos
confiar en su palabra porque él es fiel, además porque él tiene todo el poder,
todo es posible para él, no hay nada difícil para Dios.
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El versículo seis nos enseña la confianza que podemos tener y expresar:
“El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre”.
Aquí aparece otra faceta del cuidado de Dios, la primera está en
relación con la provisión para sus
hijos, pero en esta segunda ocasión nos habla de protección.
A veces el enemigo ataca espiritualmente, en otras ocasiones usa a
personas que se dejan usar por espíritus inmundos para dañar mediante
calumnias, demandas, robos, ofensas, entre otros; y ante todo esto debe haber
sabiduría para no caer en ese juego, sino acudir a Cristo, quien nos fortalece
y ayuda, él nos defiende y bendice, por eso el rey David dijo:
“Más tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; mi gloria y el que
levanta mi cabeza. Con mi voz clamé a Jehová, y él me respondió desde su monte
santo” Salmo 3:3-4.
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