Prédica: Transformados por el poder de Dios
Nos dice la palabra de Dios en
el Evangelio de Juan 16:7-8 “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me
vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; más si me
fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de
justicia y de juicio”.
Es muy importante, para
nosotros como cristianos, conocer e identificar la diferencia entre convicción
y condenación. La condenación viene de afuera y es del diablo. La convicción
viene de adentro y es una obra del Espíritu Santo.
La palabra de Dios nos dice
que el Espíritu Santo “convencerá”, desde el idioma griego bíblico nos está
diciendo que él nos mostrará la falta, pondrá en manifiesto, reprochará,
reprenderá.
La obra del Espíritu de Dios nos
conduce al arrepentimiento y cambio de vida, al concientizarnos de la obra del
Señor Jesús y del amor del Padre celestial. El Consolador (el Espíritu Santo)
no condena, él convence y dirige hacia el verdadero cambio de vida.
Entonces la convicción de la
que nos habla la Biblia es aquella obra interna que realiza el Espíritu Santo
en el cristiano, mediante la cual le muestra las acciones o motivos que
desagradan al Señor. Y cuando Dios lo considera necesario aparece la disciplina,
que se recibe como formación necesaria para un hijo, generando ésta un profundo
y genuino cambio de vida en el hijo de Dios.
Debemos considerar ahora el sentimiento
de culpa, el cual genera miedo y ansiedad ante “los castigos” por las malas
acciones, sean reales o imaginarias. El sentimiento de culpa aparece por no
perdonarnos a nosotros mismos, y por no creer en el poder pleno de la sangre
del Cordero de Dios, la única y verdadera que nos limpia de todo pecado.
Con frecuencia se observa que
la persona ha pedido perdón al Señor muchas veces, pero mantiene un “sentir” de
estar en mala relación con Dios, y está a la expectativa del juicio celestial,
vive con miedo al castigo, el cual es para la persona más cierto que el perdón
de Dios.
Podemos considerar aquí el caso
del niño que relaciona afecto (amor) con disciplina excesiva (o maltrato), y cuando
es adulto cree que cuando hace algo malo, debe ser maltratado o castigado
duramente. Vemos entonces que la convicción conduce al arrepentimiento, pero la
condenación lleva a la tristeza profunda, frustración y depresión. La condenación
termina siendo un instrumento del reino de las tinieblas.
Debemos también tener en
cuenta que cuando el sentimiento de culpa o condenación no es resuelto creyendo
en el Señor Jesús y en su obra, viene sobre el creyente un manto de aflicción y
auto culpa, que le impide avanzar, creer y confiar en Dios, se estanca y sólo espera
los fracasos, las tragedias y los malos resultados en su vida.
Incluso como personas que
predicamos el evangelio del Señor Jesús, debemos tener cuidado para no levantar
el dedo acusador, sino predicar en el poder del Espíritu Santo para redargüir
como Dios quiere, y como sólo él sabe hacerlo, es su obra la que trae verdadera
transformación.
La palabra de Dios enseña claramente
que el Espíritu Santo ha venido para convencernos del gran amor de Dios, de la
gran obra de redención en Jesús, para enseñarnos y ayudarnos a hacer la
voluntad de Dios aquí en la tierra. De Su mano podemos avanzar y lograr aquello
que el Señor ha preparado para cada uno de nosotros.
Conclusión: La Biblia nos enseña que Dios ha planeado grandes cosas para
cada uno de sus hijos, y el diablo procura dañar o estancar estos planes, pero
al final como la misma Biblia nos enseña los propósitos de Dios prevalecerán.
Escrito por Pastor Gonzalo
Sanabria.
Te invitamos a leer: La victoria es posible con Dios.
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Pidiendo al Señor q nos dé sabiduría siempre para hablar a los demás del evangelio y de la grandeza de tener al Señor en nuestras vidas. Gloria a Dios
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